Ni bien la izquierda asoma de nuevo con fuerza victoriosa en el Brasil, sale Bolsonaro en su versión de sucesor de Hitler, Musoslini o Franco. Más allá de la actuación criminal en contra de la población por su inoperancia en la pandemia, hoy comienza a mostrarse en su verdadera versión mandando un mensaje claro al pueblo brasileño o es él, o, es él.

La derecha se encumbró en el Brasil mediante la aplicación de la misma ultima receta en todo el continente, “los golpes encubiertos”, usando para ello todos los mecanismos que encuentran a su paso, satisfaciendo de este modo a la oligarquía de ese país que es una de las mayores concentradoras de riqueza en el continente.

Valiéndose de las artimañas de un fiscal corrupto, Moro, persiguieron y encarcelaron injustamente a Lula, como el tiempo demostraría, presionaron a Dilma Rousseff hasta defenestrarla, encumbrando al títere de Temer. Todo este accionar fue apoyado y financiado por la inteligencia norteamericana, porque ese país veía al Brasil como un oponente serio en el continente al que ellos consideran su patio trasero, no olvidemos que el presidente Lula logró posicionar al Brasil en el G8, constituyó y fue parte del BRICS, jugando de este modo un rol importante en la política y economía mundial.

Con el camino despejado por todo el bulo construido en torno a Lula, Bolsonaro se hace del gobierno, mostrando desde un primer momento su inclinación hacia posiciones fascistas, nombrando en su gabinete en áreas muy sensibles a altos cargos de la estructura militar, sin que le importe un mínimo el pasado golpista de ese sector.

Su gestión fue desgastándose por sus arbitrariedades, un pésimo e indigno manejo de la pandemia, Brasil segundo país en número de muertos y contagios de la pandemia. Pero el mayor desgaste vino a partir del desmoronamiento del castillo de naipes construido sobre las mentiras en el caso Lula, sobreseído por la justicia en todos los casos.

La resistencia del movimiento popular se dejó sentir a lo largo de estos años, incrementándose en los últimos meses con fuertes movilizaciones en casi todas las ciudades, a su vez el expresidente Lula reinició una intensa actividad política encontrando esa enorme simbiosis con los movimientos sociales. Desde ya estos hechos no le gustan a Bolsonaro, cuya aceptación en las encuestas de percepción ciudadana descendieron a sus niveles más bajos, haciendo que le aflore su espíritu golpista y dictatorial.

Ante el panorama desalentador que se le presenta en las elecciones, Bolsonaro recurre a la vieja práctica de los golpistas latinoamericanos que empiezan con una fuerte campaña para desacreditar a las instancias democráticas, denuncia “aprestos de fraude en el voto electrónico”, casualmente con los mismos que gano él, como no tiene mucho asidero y tiene fuertes críticas de la población en esta su prematura acción, sale a un desfile militar en la que se muestra exultante junto a los tanques, en una clara muestra de amenaza a la población civil, de que el único gobierno que él acepta, es él mismo.

La batalla en el Brasil definirá el curso del continente, si los movimientos sociales logran consolidarse como en Argentina, Bolivia, Nicaragua, Perú, Venezuela y México, Latinoamérica podrá encontrar ese camino anhelado de un desarrollo más igualitario. De suceder una victoria de carácter fascista en el Brasil esta intensión de construir la Patria Grande seguramente se pospondrá nuevamente o sufrirá retrasos. Brasil puede inclinar la balanza a uno u otro lado de manera considerable.

Por Miguel Flores | Jaque Doble