Cuando se conoció que una nueva enfermedad producida por un virus desconocido empezó a atacar al mundo y después que todos los países del globo se autoaislaron con la esperanza de frenar la inminente pandemia, se hablaba de una nueva normalidad.

Pasaron 2 años de pandemia y después de 5 millones de muertes la nueva normalidad es más desesperanzadora que la vieja normalidad.

Vimos a los gobiernos de las grandes potencias mundiales robar insumos médicos, utilizar los medios de comunicación para desacreditar ciertas vacunas, a pesar que siguen siendo el único factor para detener al covid, creando así un grupo de personas autodenominadas antivacunas y que se convirtieron en grupos violentos que no solo no quieren vacunarse sino que se oponen a que la gente se vacune, estos grupos que no buscan reivindicar un derecho, al contrario buscan invalidar el principal derecho que es la vida.

Negacionistas de la enfermedad incluidos presidentes como Bolsonaro, Trump, Macri, líderes religiosos y principalmente dirigentes de partidos de ultraderecha mundial crearon mecanismos que incentivaron la infodemia, convirtiendo la mentira una forma de enfermar las mentes de la población, ya debilitada por el miedo para confundirla y manipularla, primero negando la existencia del virus, luego atacando a las vacunas y a toda forma de prevención y cura de la enfermedad.

Las personas que creíamos que ver tantas muertes, tanto dolor, tanta desesperación nos llevaría a ser una sociedad mejor, que después de tanto llanto seriamos capaces de construir un mundo mejor para nuestros hijos e hijas, vemos que la pandemia solo dejo al descubierto lo más horroroso de nuestra sociedad, no somos capaces de ser solidarios ni siquiera con nuestras madres y padres que corren mayor riesgo, menos con otra gente.

Al inicio de la pandemia la desesperación era tal que podías morir en la calle por un ataque cardiaco y no recibías ayuda de nadie, muchos médicos aprovecharon para hacerse ricos al igual que las farmacéuticas y los productores de insumos médicos, ni que decir de  las cadenas de mercados o cualquiera que tuviera un bien necesario, luego salieron a la luz los opositores a todo, a los barbijos, a las restricciones, a las vacunas, reclamando por el derecho a su libertad sin considerar el derecho a la vida de la mayoría del pueblo

Mientras los ingresos de los más ricos subían de forma desorbitada aprovechando la emergencia global, más de 160 millones de personas entraron en pobreza.

No queríamos la antigua normalidad, creo que no queremos la nueva normalidad que nos demostró que somos más monstruos de lo que nos veíamos en el espejo como sociedad, esperemos que los niños y niñas que sufrieron esta pandemia cuando sean mayores, sean mejores que lo que demostró ser el mundo en estos 2 últimos años que sufrimos la pandemia del covid -19.

Por Tania Y. Escobar